viernes, 6 de noviembre de 2009

2018: Tan lejos, tan cerca

No suelo imaginar el futuro. Supongo que sigo con demasiado esmero la máxima del carpe diem, así que prefiero dedicarme a disfrutar -y trabajar- el hoy antes que preocuparme por intentar dibujar ese mañana que, en definitiva, no deja de ser una consecuencia -más o menos próxima- de este hoy.
Paradojas temporales aparte, me gustaría pensar que la escuela del 2018 no habrá perdido algunos de los rasgos de la educación actual, como la formación en valores (tolerancia, respeto, cooperación, solidaridad...), por ejemplo. Sí quiero creer que, en los años que restan hacia esa críptica fecha (¿por qué ese año en concreto?) se habrán mejorado algunas de las carencias más notables del actual sistema:
- mejora de la formación profesional y creación de una estructura educativa realmente sólida y digna, tanto para los docentes como para sus alumnos, que les permita afrontar el mundo laboral con solvencia, sin necesidad de pasar por el Bachillerato o la Universidad cuando el estudiante no lo desee,
- integración -real y práctica- de las nuevas tecnologías en la cotidianidad educativa,
- valoración de las Humanidades y las disciplinas artísticas como asignaturas necesarias y fundamentales para la formación del individuo, en vez de seguir relegándolas a posiciones secundarias,
- reflexión seria sobre la necesidad de evitar planteamientos moralistas y sesgados en la educación, tales como la presencia de la religión como una materia más entre otras disciplinas, en un claro ejemplo de contradicción con lo que debería ser una verdadera educación aconfesional,
- revaloración del papel del profesor y mejora de las relaciones entre docentes, padres y alumnos.
Pero, sueños de futuro aparte, prefiero renunciar a la ciencia-ficción de K. Dick y sustituir estas fantasías a lo Blade Runner por el trabajo diario, continuo e intenso que hacemos todos los que nos dedicamos a esta profesión. Especialmente aquellos a quienes nos apasionan las aulas y que vemos en ellas -sea en el año que sea- una idéntica realidad: la de los alumnos que necesitan recibir unos conocimientos y que, sin darse cuenta, también nos aportan muchísimo a sus profesores en un impagable ejercicio de feed-back.

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