viernes, 24 de septiembre de 2010

Textos humanísticos I

Comenta el siguiente texto de acuerdo con el modelo propuesto en la PAU:

1. Haz un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las preguntas siguientes:
a) Enuncia el tema (0,5 puntos).
b) Indica la estructura del texto y justifica tu respuesta (0,5 puntos).
c) Detalla las características lingüísticas y estilísticas del texto (0,75 puntos).
d) Indica qué tipo de texto es (0,25 puntos).

2. Redacta un resumen del texto (1 punto).


La novela histórica, claves del subgénero

En las últimas décadas venimos asistiendo en España a un aumento de lectores que discurre paralelo al auge de la novela histórica.

La novela histórica atrae también a escritores que antes estaban muy alejados del género. Mencionemos el caso de Miguel Delibes, con su estupenda novela El hereje (1998).

¿A qué obedece esta moda? ¿Qué es lo que lleva al lector a recrearse en esas reconstrucciones del pasado? Probablemente las causas son múltiples pero, en cualquier caso, parece deberse a un cansancio de la literatura realista que imperó en el panorama nacional desde los años cuarenta. También, quizá, a la necesidad de evadirse del mundo actual para sumirse en la ensoñación de un hipotético pasado en el que se pueden encontrar modelos de conducta imitables con los que afrontar nuestra intransferible orteguiana circunstancia.

Considerada como documento o como archivo de conductas ejemplares, la novela histórica constituye una falacia. Las novelas realistas pueden transformarse en notables novelas históricas cuando pasen por ellas tres o cuatro siglos (si los resisten), pero no se puede pretender que un novelista de hoy recree fielmente una situación del remoto pasado. La verdad debe constituir tan solo un pretexto, un juego cómplice entre el autor y el lector, encaminado a la sola misión de entretener y divertir que es la obligación simple y ambiciosa de la novela. Y si además instruye –solo además- miel sobre hojuelas.

Pero dejemos a un lado los problemas históricos de este tipo de novelas y vamos a los estrictamente literarios. El autor de novelas históricas combate en una batalla de antemano perdida. Constreñido a retratar una época o un personaje de los que lo ignora casi todo, su meta es solamente aproximativa. Aunque la novela pueda engañar al lector, a él, si es mínimamente autocrítico, no lo engaña. Se quejaba Flaubert refiriéndose a su novela Salambó que “el pedestal era demasiado grande para la estatua que había de soportar”. Es decir, la recreación del ambiente de la Cartago púnica resultaba desproporcionada para contener la figura central de la bella Salambó. Pedestal, es decir, fondo histórico, estudio de costumbres, acontecimientos, corrientes de pensamiento frente a los que destacan las estatuas, es decir, las personas anónimas o los personajes históricos que se mueven en ese ambiente recreado a partir de la dudosa historia. El equilibrio perfecto es casi imposible. Lo alcanzaron, memorablemente, Tolstoi y Pérez Galdós, quizá porque eran ellos mismos figuras gigantescas y quizá también porque describían épocas relativamente recientes.

Una rápida revisión de las novelas históricas que hoy leemos nos revela hasta qué punto se trata de inventos fallidos aunque el resultado parcial siga siendo en cualquier caso, estimulante y admirable.

La estética griega, que es la norma que hemos heredado, basaba la concepción de la belleza en la proporción y, si es posible, en la proporción y equilibrio de los opuestos. La imaginación, que es la novela, se opone a la rigurosa ciencia que es, o quiere ser, la historia. Es superlativamente difícil conjuntarlas, pero es seguro que si el subgénero que llamamos novela histórica o historia-ficción llegara a desarrollarse después de esta tormentosa segunda infancia que vive, podríamos sin duda esperar obras de muy reposada y placentera lectura. Lo malo es que, como en los reiterados napoleones del cine, todo se acaba reduciendo al consabido rebelde mechón de pelo que medio mitiga la incipiente calva y a la mano entre dos botones de la casaca. Empero, como somos hijos de nuestra época y además nos gusta la historia más que la literatura, seguimos incurriendo en la lectura y escritura de novelas históricas.

Juan Eslava Galán

Revista Panorama de libros. Mercurio

jueves, 23 de septiembre de 2010

Textos argumentativos II: el discurso

En esta escena, perteneciente a la película Martín (Hache) (escrita y dirigida por Adolfo Aristarain) puedes encontrar un claro ejemplo de discurso.


"Pequeño buda"

La literatura del período búdico. Fragmentos en los que se ilustran algunos pasajes de la obra Lalita-Vistara desde el punto de vista del conocido director italiano Bernardo Bertolucci.







miércoles, 22 de septiembre de 2010

El texto argumentativo I

Lee el siguiente texto y responde estas preguntas:
a) Identifica la tesis y exprésala con tus propias palabras.
b) Determina y analiza la estructura del texto.
c) Explica qué tipos de argumentos emplea el autor.
d) Enuncia qué tesis defenderías en tu caso sobre el tema tratado.

Consumo y conformismo

Una de las escenas más comentadas en los últimos tiempos es la escena de El club de la lucha en que el narrador sin nombre (interpretado por Ed Norton) recorre con la vista su apartamento vacío, llenándolo mentalmente de muebles Ikea. La escena palpita al llenarse de precios, números de serie y nombres de producto, como si la mirada de Norton fuese un ratón de ordenador comprando objetos de un catálogo virtual. Es una escena magnífica que comunica con eficacia lo que pretende: el protagonista vive en un mundo masificado, consumista, estéril. Si es cierto eso de «Dime qué compras y te diré quién eres», entonces el narrador parece el típico currante conformista con hábitos de consumo bien definidos.

En El club de la lucha se plantea un nexo indisoluble entre el consumismo y la sociedad de masas. La alienación que lleva al protagonista de El club de la lucha a volar su apartamento con todo dentro en la última escena no es muy distinta de la furia contenida que le lleva a crear el clandestino club de la lucha donde un grupo de hombres se reúnen en plena noche para pelearse unos contra otros hasta perder el sentido. Ambos actos son una sublevación contra la conformidad represiva de la sociedad moderna.

Esta identificación del consumismo con la masificación es tan habitual que todos estamos acostumbrados a ella. Pero la idea de que el consumismo obedezca a una necesidad de conformarse no es tan obvia. Los jóvenes a veces buscan un estilo concreto de pantalones vaqueros o de zapatillas deportivas con el argumento de que «es lo que lleva todo el mundo». Ellos lo que quieren es integrarse, ser aceptados. Pero, ¿cuántas personas adultas hacen lo mismo? La mayoría de ellos no se gastan el dinero en cosas que les sirvan para integrarse, sino en cosas que les permitan diferenciarse de los demás. Se gastan el dinero en bienes que les proporcionen una distinción. Compran cosas para sentirse superiores. Quieren demostrar que están a la última (calzado Nike), que tienen mejores contactos (auténticos puros habanos), que están mejor informados (whisky escocés de malta), que saben distinguir lo bueno (café exprés de Starbucks), que son éticamente superiores (productos de Body Shop) o más ricos por las buenas (maletas Louis Vuitton).

En otras palabras, el consumismo parece el resultado de la batalla de los consumidores por superarse unos a otros. El origen del problema es el consumo competitivo, no el conformismo. Si los consumidores fueran unos conformistas, saldrían a la calle a comprar todos exactamente lo mismo y serían felices. No habría ningún motivo para salir a comprar nada nuevo. Por tanto, la necesidad de conformarse no explica en absoluto el carácter compulsivo del comportamiento consumista, es decir, el hecho de que la gente gaste más y más dinero estando en números rojos y sabiendo que no van a ser felices a largo plazo.

En resumen, son los inconformistas, no los conformistas, quienes fomentan el consumo.

JOSEPH HEATH Y ANDREW POTTER (Adaptación)

Rebelarse vende. El negocio de la contracultura

lunes, 20 de septiembre de 2010

Calendario de lecturas

Aquí os dejo el calendario de las lecturas obligatorias de esta evaluación.
¡Ánimo con ellas!
1. Lengua y Literatura Castellana II - B2B

- Viernes 8 de octubre: El sí de las niñas

- Viernes 29 de octubre: Don Juan Tenorio

2. Literatura Universal - B2E

- Lunes 18 octubre: Decamerón.

- Jueves 28 de octubre: Hamlet.

- Lunes 8 de noviembre: Tartufo.

En el caso del Decamerón, solo y exclusivamente deben leerse los siguientes pasajes:
- Proemio
- Primera jornada (íntegra)
- Segunda jornada: solo la novela quinta (pág. 108).
- Tercera jornada: solo el marco inicial (págs. 124-127), la novela primera (pág. 128) y la novela octava (pág. 146-157).
- Cuarta jornada: solo la novela segunda (págs. 166-177) y la novela novena (págs. 178-182).
- Sexta jornada: solo la novela séptima (págs. 210-213)
- Novena jornada: íntegra.
- Conclusión del autor (págs. 276-281).